Anéctodata del Bartender: El Beso más Dulce


La noche recién comenzaba y ya tenía unos cuantos clientes dispuestos a humedecer sus paladares con alcohol. Uno en particular se sentó justo en la esquina de mi barra y pidió sin escalas una cerveza de barril en el tarro más grande que tenía. Sin chistar, serví perfectamente espumado el tarro y más tardé en regresar a mi lugar que este ya había terminado su pinta. Me pidió otro y nuevamente llené una pinta limpia. Esta vez sólo completó su líquido ámbar, se encontraba en un trance nostálgico y sin siquiera me miró cuando rompió el silencio con su pregunta:
─¿Acaso te has enamorado alguna vez? ─confundido, no contesté. Su pregunta me tomó por sorpresa. Salió de su trance y me volteó a ver. Bebió un trago y agregó.─ Creo que me he enamorado, no estoy seguro pero pasó casi sin querer.

Don Nadie

La alarma no dejaba de sonar. El constante pitido de mi celular logró despertarme pero aún me faltaban las ganas de levantarme de mi cómoda cama. Suspiré y por fin apagué la irritante alarma. Colocaba a propósito mi celular en el punto más lejano de mi pequeña habitación y con el volumen más alto y una melodía de lo más irritante, todo esto para lograr levantar mi trasero de la cama y poder empezar el día lo más temprano que mi pereza me permitiera. Caminé hacia el baño y me miré al espejo. «Todavía aguanta un par de días más», pensé, tenía flojera de rasurarme así que sólo abrí la llave del agua caliente para que esta fuera saliendo. Agarré mi cepillo dental, la pasta y me metí a bañar.

Treinta minutos después, salía de mi casa, vestido, peinado y sin desayunar. «Rayos, nuevamente tardé en mi rutina, tengo que mejorar eso», mi rutina había empezado a fallar hace unos meses, mi motivación había desaparecido y mi vida estaba empezando a ser muy aburrida desde entonces. Nada emocionante me había sucedido desde ya hace tiempo. Sí, salía con mis amigos a divertirme, al cine o a jugar videojuegos o algún que otro juego de mesa, pero me hacían sentir feliz en el momento y eso no me era suficiente ya que incluso a veces rechazaba invitaciones sólo para poder comprarme una pizza grande, poner mi servicio de streaming favorito y perderme entre su catálogo por horas.
─¡Adiós, Smichi!─ Grité a mi gatita calicó que se encontraba acicalándose encima de la barra de la cocina. Sonreí, «Como la amo», me dije y cerré la puerta.

Mi trabajo es de lo más fácil del mundo, ofrezco mis servicios como chofer particular y realmente me permite sobrevivir un poco del nivel modesto según dicta la sociedad actual. Aunque mis amigos me critican por el pequeño departamento que aún rento desde que nos graduamos, y que con el dinero que gano podría rentar algo mejor. Pero no lo hago, me gusta este lugar. Bajé de prisa del cuarto piso de mi edificio y me aseguré de cerrar bien la entrada, «Hoy no comen los ladrones», pensé sonriendo un poco. La zona es segura pero la ocasión hace al ladrón y me han intentado asaltar un par de veces justo detrás del edificio.

Ese día estaba nublado, amo los días nublados pues prácticamente no hace calor aunque ya es invierno y las mañanas están frías al igual que las noches, pero cuando el sol sale, el calor definitivo se siente y nos olvidamos del invierno. Odio el calor. Caminé un par de cuadras, justo al mejor lugar de antojitos mexicanos de la colonia, y nada me pone más feliz que desayunar delicioso y pesado para que la lombriz me aguante hasta la hora de la comida. Había poca gente desayunando a esa hora, así que me puedo dar el lujo de sentarme en donde más me gusta, ni tan afuera y ni tan adentro. Lo que más me gusta de aquel lugar, es la mesera, una chica joven de unos veintitantos con un cuerpo bastante esbelto, morena y una sonrisa que definitivo enamoraría a cualquiera. Aunque para ella soy un Don Nadie, pues aunque soy tímido he intentado sacarle plática y ella sólo se abstiene a hacer su trabajo: Preguntar mi orden, traerme mi comida, retirar el plato y cobrarme… ¡Ah! y coquetear con todos excepto conmigo. Aunque me entristece mi situación, a veces le hago uno que otro cumplido y otras veces ni el intento hago. A veces me pregunto si definitivo no soy una persona atractiva, claro que he tenido novias, cuando era más joven pero a medida que he madurado, el número de ellas han disminuido y antes no me importaba, pero cada año más que cumplo, me empieza a preocupar.

Recibí el rechazo de la mañana, desayuné delicioso: unos chilaquiles verdes con dos huevos estrellados encima y pechuga de pollo acompañado de unos frijolitos refritos con medio aguacate, para quitarme la tristeza del rechazo por supuesto, y un exquisito café de olla. Pagué, me despedí de los empleados que ya me empiezan a reconocer un poco más y regresé de vuelta a mi edificio, saqué las llaves de mi carro y me subí a él. Conduzco un Sedán de ultra lujo, perfecto para lo que me dedico y agradezco a mis padres por obsequiarmelo por haberme graduado con honores de la universidad, claro, no conseguí el trabajo de mis sueños en la editorial pero por lo menos así trabajo lo que quiero y me da tiempo para dedicarme a la escritura. Saqué mi celular e inicié la aplicación para encontrar clientes nuevos y así empezar otro día en el trabajo. La notificación sonó y arranqué el carro para llegar allá.

Cada viaje es lo mismo, saludo, digo “buenos días” o “buen día”, me presento “¡Hola, soy Luis y hoy seré tu chofer”, me agradecen y me ignoran todo el viaje. A veces pregunto si quieren escuchar algo en particular, la radio, música, qué se yo, procuro ser servicial e incluso ofrezco pequeñas botellas de agua como cortesía, aunque en invierno casi nadie anda deshidratado, eso me funciona más en verano.Sólo soy un chofer más que los lleva a sus destinos mientras me ignoran y no me queda más que conducir hasta llegar a donde el mapa de mi celular indica. «Gracias a Dios que es mi último viaje», pensé mientras mi último pasajero del día se bajaba y me agradecía. «Bueno, por lo menos la gran mayoría me agradece», sonreí al escuchar y le deseé buen día con mi mejor sonrisa. La puerta se cerró y activé mis luces preventivas. Revisé mi aplicación por última vez, quería encontrar algún viaje que me llevase cerca de mi hogar, mi estómago ya empezaba a exigir alimento. Afortunadamente, para mi bolsillo, encontré uno. Emocionado acepté el viaje y conduje hasta allá.

Encuentro

A Smichi le encanta comer junto a mi y yo amo que me acompañe, siempre y cuando no quiera de lo mío. Cuando me desocupé de mi último viaje, como todos los días, pasé a la tienda de mi esquina y compré una lata de salmón para gato, a ella le encanta (obviamente) y le gusta tanto que la mayoría de mis comidas las ignora por estar tan concentrada lamiendo hasta el último trozo de salmón. Hoy me preparé algo más elaborado: Sopa poblana con auténtica flor de calabaza, arroz blanco con granos de elote y pollo a la naranja, y para la parte dulce de mi comida partí un pedazo del pay de queso que la vecina vende sólo por pedido. Me gusta comer y aprovecho que mi metabolismo es rápido así que tampoco engordo tan rápido.

Normalmente reposo un rato la comida, pero por cocinarme tan elaborado, mi rato libre que dedico para mis sagrados alimentos terminó muy rápido así que cepillé los dientes y de nuevo a la rutina laboral. «Al cabo que sólo serán un par de horas extras», pensé para animarme un poco más.
─¡Adiós, Smichi!─ Grité a mi gatita que se encontraba acomodándose en el espacio del sillón que tanto le gusta. Sonreí, «Como la amo», me dije y cerré la puerta.

Bajé del cuarto piso, me aseguré de cerrar bien la entrada del edificio y caminé a mi carro. Abrí nuevamente la aplicación y para mi sorpresa llegó la notificación de mi siguiente viaje. «¡Qué rápido!», me maravillé, podría ser el inicio de mi buena racha vespertina. Arranqué y me fijé que no conduciría muy lejos para recoger a mi siguiente pasaje. Apenas conduje por unos cinco minutos cuando me detuve, había llegado a mi destino pero no veía a la persona quien pidió el servicio. Activé mis luces preventivas y bajé la ventana de la parte delantera del carro. Volteé a todos lados y fue cuando la vi, ella venía caminando un poco rápido y con el brazo extendido hacia arriba indicándome que ella había pedido el servicio.
─¿Luis?─ preguntó tímidamente. Era perfecta, era una chica de cabello castaño, no muy alta a pesar de sus tacones, delgada y vestía un pantalón formal negro combinado con una blusa de manga larga color rojo tinto el cual resaltaba su nívea piel. Su rostro tenía constelaciones de pecas y sus ojos color miel me conquistaron en cuanto nuestras miradas cruzaron. Me sonrió, sin duda la curva que más me encantó.
─Sí… ¡Claro! Soy yo.─ balbuceé un poco. Estaba perplejo por la belleza de esta chica.
─¡Sí! ¡Gracias por llegar tan rápido!─ se subió de prisa al asiento detrás del piloto, yo sólo asentí con la cabeza y sonreí. Me ha dejado sin habla. «Actúa normal, tranquilo, Luis», pensé para darme ánimos. Revisé mi aplicación y revisé el destino a donde la llevaría. «Aeropuerto, vaya, irá a recoger a alguien seguramente, no trae maletas», dije asegurándome de esto.
─¿Te gustaría escuchar algo en particular?─ pregunté lo más natural posible.
─Muchas gracias, cualquier tipo de música está bien.─ contestó muy amable. Asentí y aceleré para tomar el camino más rápido al aeropuerto.

Pasado unos diez o quince minutos, yo no dejaba de observarla por el espejo retrovisor. Sé que debía poner atención extra en el camino pero afortunadamente no había mucho tráfico, así que en cada semáforo rojo  aprovechaba para voltear a verla. Su tersa piel de sus pómulos, su nariz respingada, incluso me atreví a contar las pecas de sus mejillas, quería recordar su rostro, memorizarlo, «¡Dios, es tan bonita! ¡Vamos, Luis, hazle plática!», pensaba mientras veía el reloj. «Ha pasado media hora, tal vez es hora de romper el silencio de siempre», me animé un poco, así que bajé el volumen de la música y por fin pregunté.
─¿Estás cómoda allá atrás?─ dije lo primero que se me vino a la mente. «Rayos», me dije.
─¡Hola, sí, gracias! ─rio un poco─. Me asustaste, pensé que no hablarías durante todo el trayecto hasta el aeropuerto.─ Sonrió para mi.
─Una disculpa, no quería asustarte. Sólo me pareció platicar un poco ─lo natural empezó a fluir─. ¿Qué tal te ha parecido el clima estos últimos días?─ «¿En serio? ¿El clima?», me reproché.
─Más frío ─contestó mientras se tapaba sus brazos y hacía una cara de frío─. Aunque me gusta que haga frío, así puedo usar mi ropa invernal y no sudar. ─Echó a reír, su risa era tan hermosa que me contagió y reí con ella.
─Definitivo ahora hay que disfrutar el frío, en verano lo vamos a extrañar.─ Reí más.
─Aunque hoy viajo a un lugar más frío.─ Agregó a mi comentario.
─¿Viaje express?─ pregunté sorprendido.
─No, allá me quedaré ─me miró extrañada─. ¿Por qué preguntas?
─Es que… ¿no traes maletas?─ Pregunté temeroso.
─Claro que traigo maletas, sin son muchísimas.─ Aseguró. Se detuvo un momento y me miró aterrada.
─¿Todo bien?─ pregunté preocupado.
─¡MIS MALETAS! ¡Ay no, que distraída soy! ¡Se me olvidaron en el departamento! ─empezó a gritar nerviosa y el llanto no se contuvo─. ¿Qué voy a hacer? ¡Mi vuelo sale en 1 hora!─ Siguió gritando. Sin pensarlo, metí el freno y di vuelta con dirección a donde la recogí. Ella gritó ahora de lo brusco de mi manejar y miró hacia donde me dirigía.
─No te preocupes, te llevaré y te ayudaré con tus maletas. Hay tiempo todavía.─ La tranquilicé mirándola a los ojos y retomé la vista hacia la carretera. Aceleré un poco más para ganar ese tiempo que le aseguré que teníamos.
─Gra… gracias.─ Sollozó poquito más y se limpió finalmente las lágrimas.

El camino de regreso fue más rápido de lo que esperaba y llegamos justo al lugar donde la recogí y activé mis luces preventivas para poder bajar del coche y acompañarla por sus maletas. Afortunadamente, sus pertenencias seguían donde las dejó y las cargamos de vuelta al carro. Nos subimos y retomamos el camino de vuelta al aeropuerto. Durante el camino no paró de agradecerme y halagarme. Conversamos un poco más de nosotros, mi sueño sobre ser escritor y su sueño de tener un refugio animal, un poco de su visita a la ciudad y de cómo me convertí en chofer. Por azares del destino, la media hora que nos tomó regresar, la recuperamos fácilmente, los carros que transitaban por todos mis atajos eran mínimos y cuando por fin tomamos camino a nuestro destino, llevábamos una gran ventaja.

Finalmente nos acercamos al aeropuerto, el destino final con bastante tiempo de lo que predije. No quería dejarla, por fin había conectado con alguien tan naturalmente después de tanto tiempo y no quería dejar ir tan fácil esto, por lo menos quería pasar un rato más. Justo en la desviación para el aeropuerto y el estacionamiento de este mismo, tomé el camino para estacionar.
─¿A dónde vas?─  Ella se extrañó bastante.
─Te puedo ayudar con todas esas maletas. No te preocupes por el estacionamiento.─ Le contesté. Ella sonrió tanto que me enamoró aún más al ver el tamaño de su sonrisa. Así que estacioné lo más lejos posible y caminamos juntos con todas sus maletas.

La ayudé a documentar su equipaje y la acompañé hasta donde los viajeros ingresan y los acompañantes se quedan sólo viendo cómo sus seres queridos se van y voltean para despedirse por última vez. Ahí nos quedamos un rato, mirando a los detectores de metal y a los guardias encargados.
─Te agradezco por todo lo que has hecho. Sin duda me has salvado de muchas maneras y no estaría aquí a tiempo sino fuera por ti.─ Me dijo y se colocó frente a mi. Tomó mi rostro y lo acercó al suyo regalándome el beso más dulce de mi vida. Nos besamos, la tomé de la cintura y la atraje hacia mi, y no seguimos besando. La gente nos esquivaba, el tiempo se detuvo durante ese beso. El mundo dejó de girar, hasta que el tiempo retomó su curso y tuvimos que separarnos.
─Adiós.─ Por fin dijo.
─Adiós.─ terminé despidiéndome de ella.

Caminó hasta cruzar esa línea donde ya no podía hacer nada más. Nunca pregunté su nombre, nunca intercambiamos contactos, nunca volteó para despedirse por última vez.

─Y así como así, entró y salió de mi vida ─concluyó, se levantó sin mirarme y puso marcha para irse, pero dio la vuelta y se detuvo sólo para agregar─. Gracias por la cerveza, realmente tienes la mejor cerveza de barril de la zona. Tan rica que no curará mi corazón roto pero sí mitigará mi dolor. Gracias por escucharme, y perdón por mi historia.─ Una lágrima corría por su mejilla y de inmediato ofrecí un pañuelo desechable. No lo vio, su mirada volvía a estar perdida, nostálgica. Regresó a la barra para beber un sorbo a la cerveza que le quedaba y dejó la paga de sus tragos, y así como así, se marchó.


Kiss... by Jonny5Alves
Kiss...by Jonny5Alves

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