Anécdota del Bartender: Ilusa Fantasía de sábado por la tarde



Un día más, despierto y la sensación de saber que estás hasta el otro lado del país me invade. Sería perfecto al menos tenerte cerca, saber que estás a minutos de distancia y no a días de mí. Afortunadamente, es sábado y eso significa que no trabajo y tengo la tarde entera para distraerme con mis amigos. Pertenezco a un grupo de amigos quienes disfrutamos divertirnos en una cafetería, donde jugamos juegos de mesa y juegos de cartas coleccionables; muy ñoños realmente, pero así nos gusta pasar los sábados por la tarde.


Es bueno poder disfrutar un día a la semana sin tener que ir a trabajar, especialmente para mí que trabajo por las noches en aquel bar desde hace un par de años. Rodearme de amigos una vez a la semana y divertirme con nuestras pasiones es lo que vale la pena, al menos para mí. Como ya es costumbre, conduzco unos veinte minutos dependiendo del tráfico hasta el punto de reunión. Normalmente, en los días buenos paso por mi mejor amigo a su casa y así poder llegar juntos; hoy no fue el día pero al llegar al café, él y otros amigos ya estaban ahí, esperando y platicando. Sonrío al verlos y me acerco a ellos ocupando una silla vacía. Me gusta sentarme con la pared detrás de mí, así tengo vista hacia las ventanas que dan afuera y poder observar mejor a las personas, con la intención verdadera de admirar la belleza femenina que podría caminar por ahí de vez en cuando. Como cada sábado, siempre tenía la esperanza de que algo extraordinario ocurriera; a mí o a mis amigos, incluso algún cliente con suerte, buena o mala, que estuviera justo ahí en el lugar al mismo tiempo que yo. Esa es mi esperanza sabatina, deseando salir un poco de lo cotidiano, creyendo que podría pasar algo más.


¿Alguna vez han sentido que alguien los está mirando? No esa mirada asesina o acosadora de terror, simplemente que alguien te está mirando y tu instinto es buscar. Miré a mis amigos, miré hacia los baristas, la gente formada, incluso hacía las mesas de afuera pero sin éxito. La sensación crecía y, como si supiera el origen de la mirada, volteé hacia las mesas de arriba. Mi gran sorpresa fue verte ahí, viéndome, sonriéndome, esperando a que te encontrara. No me lo creía, en verdad ahí estabas. Me levanto torpemente, golpeando incluso a mis amigos y corro hacia las escaleras, escaleras que jamás había subido tan rápido. Al llegar al último escalón, me detengo en seco, temiendo que fueras una ilusa fantasía de sábado por la tarde; sin embargo, subo lentamente y te veo. Estás de pie, esperando ya por mí, mostrando tu más hermosa y enorme sonrisa. Corro hacia ti, seguía sin creer que estuvieras realmente ahí, ¡por Dios, realmente esto está sucediendo! 


Nos miramos, nos acercamos lentamente y, como si existiera un magnetismo entre nosotros, nos abrazamos tan fuerte que los años sin estar juntos se fueron aligerando. No sé cuánto tiempo pasó, pero realmente estás entre mis brazos, tu aliento estaba sobre mi cuello, tu corazón late junto a mi pecho. No te quiero dejar ir nuevamente de mi vida.


—Hola.— Finalmente dijo.
—Hola —contesto—. ¿Te he extrañado mucho, lo sabías?
—Lo sé, tonto —nos soltamos para poder vernos a los ojos—. Quería sorprenderte… ¡Sorpresa!— Reímos nerviosos, nos sentamos en donde me estuviste esperando.
—¿Desde a qué hora estás aquí?— Pregunto asombrado.
—Una hora nada más. Me desocupé un poco antes de… —pausas misteriosamente, pero sonríes con una mueca coqueta y terminas de decir—. Fui a ver una casa aquí en la ciudad, realmente ya la había visto por internet y me gustó, así que prácticamente vine a darle un vistazo final y cerrar el trato. —Sonríes esperando una reacción mía. Yo, aún terminando de asimilar lo que acabas de decir, reflexiono y abro los ojos enormes de sorpresa y me quedo sin palabras.
—¿Estás de broma?— Finalmente digo, seguía sin creerme lo que justo acabas de decir.
—Me ofrecieron un puesto en un hospital; una oportunidad única, buen sueldo, prestaciones, excelente horario, y lo mejor es, la oportunidad de iniciar lo que quedó pendiente hace once años, ¿no lo crees?
—Once años —repetí—.  Y pensar que creí que era el único que contaba el tiempo…
—No fuiste el único.— Agregaste rápido.
—¿Sabes? Cuando volvimos a encontrarnos en la red, me imaginé un sin fin de historias, pero ninguna como esta, realmente nunca imaginé un final feliz contigo porque, pues bueno, quise ser realista, tú allá y yo acá, cada uno viviendo lo que nos tocó vivir. Aceptando la realidad.
—Bueno, amor. Esta es la nueva realidad —estremezco al sólo escucharte decirme “amor”—. Y sí, una chica puede realizar el primer movimiento aunque haya tomado tanto tiempo. ¿No crees?
—Amo a las chicas que hacen el primer movimiento. ¿Y tú qué opinas de los chicos que hacen el segundo movimiento?— Me acerco un poco a ti.
—Los amo.— Dejamos que nuestros labios sigan la conversación. Me pierdo, realmente ignoro en dónde estoy, sólo sé que estoy aquí y ahora contigo. El beso está lleno de años de pasión, años buscando ese par de labios que no sabíamos nos cambiaría la vida.

La tarde sigue su curso. Nos miramos, platicamos, reímos y de pronto esos años sin el uno y el otro, se reducen a nada, simples recuerdos que ahora serán sustituidos por nuevas vivencias, y lo mejor, es que será juntos. Miras el reloj y un poco triste recuerdas que debes regresar a la capital.

—Te prometo que regresaré. —Me dices al notar mi tristeza en el rostro.
—¿Necesitas que te lleve a algún lado?— Pregunto, noto que en verdad estoy triste.
—De hecho sí, quiero pasar un rato más contigo, así que, ¿podrías llevarme a la terminal de autobuses?
—Claro, preciosa. Vamos. 

Bajamos las escaleras y un viento de realidad llega a mí. Te pido que me esperes y corro donde mis amigos están.

—Cabrón, ya vengo. Cuídame mis cosas por favor.— Le aviso a mi mejor amigo quien asiente sin decir nada. Todos los de la mesa sacados de órbita se miran unos a otros. Corro nuevamente a donde estás tú y salimos del lugar.

Subimos a mi carro y manejo hasta la terminal. Te recargas sobre mi todo el camino e incluso sacas tu celular y nos tomas una fotografía. 

—No soy así —ríes un poco—. Pero lo vales. Toma mi teléfono y guardas tu número en él y haces lo mismo con mi número en tu móvil.
—¿Me vas a compartir esa foto?— Pregunto curioso.
—Obvio, marca el inicio de todo. Además, es para que confíes que regresaré por ti, para quedarme a tu lado, juntos.— Me besas en la mejilla.

Llegamos al destino. Bajamos del carro y sólo esperamos a que tu autobús llegue por ti. Estamos callados, tristes pero con una satisfacción del día vivido y de lo que descubriremos del futuro. El autobús llega y los pasajeros comienzan a subir. Me tomas de mi playera y me acercas a ti. Nuevamente nuestros labios se funden.

—Regresaré a tu lado, no lo olvides.— Me dices en voz baja. Nos abrazamos y nuevamente te veo partir. Volteas antes de subirte y te despides. Espero a que el camión se vaya y regreso al carro para ir de vuelta al café con mis amigos.

Entro al café y sólamente estaba mi mejor amigo esperando en la mesa de siempre. Me acerco y sonriendo me muestra mis pertenencias.

—¿Día de suerte?— Me dijo burlesco.
—Ni te imaginas.— Contesto sentándome. En ese momento una notificación suena en mi celular y es un mensaje tuyo con la foto que recién tomaste. “Te amo” acompañaba la foto.
—¿Vas a jugar?.— Me pregunta mi amigo. Lo volteo a ver y respondo que sí. Dejo mi celular a un lado y saco mi baraja favorita. Me doy cuenta que mis demás amigos siguen ahí, me están esperando a que me una a ellos. La tarde aún es joven, hay clientes en el café todavía, volteó hacía las mesas de arriba y, no estás tú. En mi teléfono no hay ninguna fotografía nuestra ni mucho menos un “Te amo”.
—¿Todo bien?— Pregunta un amigo del grupo.
—Sí, sólo otra ilusa fantasía de sábado por la tarde.

Love by Grivetart


Comentarios

Podría interesarte