La noche del santo

bay Big Sur, California BY alierturk

El viento arreciaba por cada paso que daba, o así lo sentía. Los árboles estaban cada vez más juntos entre sí, impidiendo que caminara con libertad; tenía que esquivar y moverme bastante, agacharme o trepar en algunos para poder avanzar, incluso tenía que buscar otra vereda para seguir caminando y llegar a mi destino. 

Los árboles dejaban entre ver un poco de la luz del sol, el cual ya se estaba ocultando y especialmente hoy por ser el día del santo, el día duraría menos. Apresuré el paso pues quería llegar durante la puesta de sol, ya que no quería desaprovechar la última luz del día.

Crucé lo que parecía la última fila de árboles frondosos y la vegetación cambió, como si existiera un límite entre el bosque y lo que parecía una pradera llena de hierba alta; el cielo comenzaba a pintarse de color naranja y morado, alguna que otra estrella ya se asomaban. De mi morral saqué un mapa e instrucciones que mi maestro me dejó antes de fallecer el año pasado: “Una vez llegada a la pradera, sigue al sol hasta llegar al borde del mundo. Sigue tus instintos y encontrarás el hoyo del conejo. Entra y sigue hasta que pises arena. Así habrás llegado a la bahía escondida.”

Seguí al sol y tal como las instrucciones lo indicaba, llegué a un risco cuyo fondo estaba cubierto de las piedras y rocas más afiladas que uno podría imaginar. Comencé a buscar un pasaje, un portal, un agujero de conejo y fue cuando lo vi, una pequeña senda entre dos rocas al borde del risco. Me agaché para darle un mejor vistazo y había un espacio con unas cuantos escalones para poder bajar a lo que asumí era un camino secreto. 

Bajé con cuidado, los escalones eran muy delgados y traicioneros, supongo que para evitar que cualquiera encuentre la bahía escondida. Bajé y bajé hasta tocar suelo y ahí se encontraba una inscripción escrito en un antiguo idioma que sólo pocos entendemos: “Vive libre, muere bien que tus dioses te observan y orgullosos, esperan por ti.”

La arena era blanca y el mar se veía un azul precioso, jamás creí poder ver un azul tan intenso. El sol comenzaba a tocar el horizonte así que me apresuré y creé una fogata y de mi morral y la canasta, saqué todo lo que necesitaba y empecé a trazar un pentagrama en la arena.

Saqué mis sigilos, los vi por última vez y los coloqué cerca de la fogata. Con cuidado me senté sobre la arena y cerré mis ojos. Comencé a meditar mientras me concentraba en el ruido de las olas del mar. La fogata comenzó a disminuir su luz y justo en el instante que el sol terminaba de ocultarse, aventé mis sigilos al fuego. Lo que siguió después, jamás creí que pasaría. Abrí los ojos y el sol se había ido, el crepúsculo se había manifestado, no se escuchaba nada, no se movía nada, ni la llama del fuego.

Me levanté de la arena y me sacudí un poco. Observé a todos lados para comprobar lo que estaba viviendo en ese momento; toqué la llama para sentir su calor, metí mis pies entre las olas para mojarme. Partes de la física aún tenían sentido, me quemé con el fuego y el mar logró mojar mis pies.

—Veo que sigues tratando de entender en dónde estás.— Una voz detrás de mí dijo.
—No realmente —contesté—. Estoy tratando de entender qué sucede mientras estoy aquí.
—Todo funciona normalmente. Es como estar y no estar. Es como moverte muy rápido y lento a la vez.— Dijo la voz nuevamente.
—Mi hechizo funcionó entonces —dije emocionado—. ¿Eres a quién busco?
—Eso dependerá —dijo—. ¿A quién buscas, ser de luz?
—Al ser de crepúsculo —contesté seguro de mí mismo—. Al ser con quien quiero hacer un pacto a cambio de su poder.
—Entonces soy yo. Mi nombre es Molag Khi.— Se reveló al fin.

Me di la vuelta y una criatura de colores, unos conocidos y otros inexplicables, lo podía ver y al mismo tiempo no, estaba y a la vez no. Molag Khi se aproximó a mí, me atravesó completamente dejándome una sensación de náuseas, excitación, pavor, todo pasó tan rápido que el dolor lo sentía y desaparecía.

—Tienes mi bendición, criatura del crepúsculo. Al final de tus días, tu alma servirá al bien desde la oscuridad, tu bendición pasará a tus descendientes y cuando estos mueran, podrás descansar.

Escuché el estruendo de las olas del mar. Mi trance se rompió de golpe, la luz del fuego me lastimaba un poco y mi pecho me ardía. Traté de ponerme en pie, tambaleaba demasiado y caí varias veces hasta lograrlo. Jadeaba, sentía frío, mi corazón latía muy rápido. Observé y ya era de noche. 

Recogí mis cosas, en ese momento me di cuenta que el pentagrama que tracé ya se había borrado completamente, como si jamás lo hubiera dibujado. Con trabajo regresé por donde llegué y al momento de cruzar el portal que me permitió conocer la bahía escondida, una capa de color negro apareció sobre mí. Un dolor insoportable dentro de mi cabeza me tumbó en mis rodillas. El entendimiento de la magia caos y elemental inundó mi cabeza, dejándome exhausto, desmayándome…

Desperté debajo de una pequeña carpa. El aroma a hongos silvestres provocó en mí un hambre tan intensa que salí para encontrarme con una mujer de ojos castaños y cabello azul. Ella me vio y sonrió.

—Hola, dormilón. Creí que no despertarías nunca.— Me dijo mientras agarraba una brocheta con hongos y me la ofrecía.
—Gracias por ayudarme —dije mientras aceptaba la comida—. ¿De dónde saliste?
—Me gusta caminar a ese risco en la noche del santo, dice una leyenda que existe un pasadizo a una bahía escondida pero jamás la he encontrado.— Me ofreció un cuerno con aguamiel.
—¿Leyenda? Dicen que las leyendas son parte real, ¿no lo crees?— Me bebí todo el cuerno.
—Sí, lo creo —dijo mientras llenaba mi cuerno—. Quiero creer que sí son verdad todas esas leyendas. Pero bueno, el siguiente año lo volveré a intentar. ¿Tú que hacías aquí? Este no es un lugar muy común entre los peregrinos.
—Vine a honrar a mi maestro. —Contesté.
—¿Y lo hiciste?
—Sí, cumplí con el trabajo de su vida. 

Comimos y bebimos en silencio. Finalmente caímos dormidos y al amanecer, nos acompañamos al pueblo más cercano y ahí finalmente nos separamos. Ya en la taberna caí en cuenta del poder que Molag Khi me brindó, un pedazo de tela con forma de capa, una tela con grandes dones que me permitieron dominar la magia caos y el control de los elementos. La capa me dio protección mágica, sigilo e intensificó cada uno de mis sentidos. Curó mis peores heridas y permitió vivir por mucho tiempo; hasta que con el tiempo la bendición se convirtió en maldición. 

Entendí que debía compartir mis conocimientos, colectando más almas para la criatura del crepúsculo, el cual les brindó su bendición también, convirtiéndome en el primer capa negra.

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