Anécdota de Bartender: Aún apareces dentro de mis sueños y nuevamente comienzo a extrañarte


 —Hoy no te ves muy animado.— Preguntó una cliente. Alcé la mirada para encontrarme con unos ojos color avellana viéndome un poco preocupados. 

—Disculpe, ¿ordenó algo más?— Salí del trance de mi mente. 

—Sí, dos cosas —alzó su mano con ambos dedos índice y medio—. Deseo otro trago y que me cuentes lo que te distrae. 

—Lo siento, no estoy acostumbrado a contar mis penas. Soy yo quien las escucha regularmente.— Contestaba mientras llenaba otro pichel. 

—De vez en cuando, no está mal que el pañuelo de penas de estos borrachos se exprese.— Dijo mientras señalaba a los demás. Ahí fue donde me di cuenta que la mujer que deseaba escucharme era muy guapa: Morena, unos rizos preciosos y una sonrisa tan amable que me terminó intimidando como nunca. Le entregué su trago y suspiré agarrando valor.

—Usted gana… 

—Tenemos la misma edad —interrumpió —. O eso quiero creer yo, así que tutéame, por favor. 

—Quise ser respetuoso nada más, uno nunca sabe.— Me justifiqué. Ella me vio con unos ojos con cierto brillo de seducción. 

—Y lo eres, guapo. Anda, ¿qué tanto traes en esa mente distraída? 

—Bueno, aquí va… 

Sacándome de la rutina con el simple recuerdo de tu aroma

Limpiaba una mesa después de un pequeño accidente con un cliente pasado de copas. Sus acompañantes me ayudaron a sacarlo para evitar más estragos. No me molesté en absoluto esa noche, el bar estaba lleno y la gente fluía bastante, así que las propinas eran muy bien recibidas y eso me estaba gustando bastante. 


No supe en qué momento pero al regresar a mi lugar detrás de la barra, sin aviso previo, su perfume llegó hasta lo más profundo de mi ser. Volteé a todos lados buscando por ella; sin éxito obviamente, pero el percibir aquel aroma me inquietó lo suficiente para no dejar de pensar en ella por el resto de mi noche. 


Arrivé a mi departamento y su aroma seguía impregnado en mi nariz. Mi gato me recibió gustoso mientras maullaba al restregarse en mis piernas. Faltaban un par de horas para el amanecer; esa ocasión me quedé un poco más tarde limpiando el bar y haciendo inventario así que Don Mostacho me reclamaba por haber llegado tarde en cada paso que yo intentaba dar. Aventé mi chamarra al sillón y caminé a la cocina, directo a la alacena donde guardo la comida enlatada para gato. Mostacho maulló más, tanto que podía entender cada maullido: “¡Apúrate, humano! ¡Tengo hambre!”


Mientras veía como mi esponjosa bola de pelo devoraba su comida húmeda, me acomodé en el sillón y lentamente revisaba las notificaciones de mi celular. Siempre acostumbro a no revisarlo mientras trabajo, cuestión de un bartender profesional además de que mi bar se especializa en gente con una vasta sed. Así que las bebidas y cócteles siempre fluyen por mi barra. No tenía muchas notificaciones esa mañana. Uno que otro chiste gráfico y los recordatorios de fechas de cumpleaños. 


Había una idea dentro de mi mente que no dejaba de rondar. Me levanté del sillón pensando en que dormir sería lo mejor en lugar de pensar en dicha idea. Pero, soy necio debo confesar. Desde que su perfume llegó misteriosamente a la tranquilidad del bar, no había vuelto a pensar en ella. Traté de recordar con detalle sobre los clientes, personas que entraron y salieron pero no, su olor comenzaba a escaparse de mi. Hasta que lentamente caí en un sueño muy profundo.

La ilusión de tu presencia 


Me encontraba en el edificio de cómputo de mi universidad. Un sueño seguramente. Todo estaba diferente, se veía más moderno que en mis verdaderos años de universidad. En mi sueño, era mi yo de mis últimos años de la carrera. Recuerdo que me encontraba haciendo rondín, y al pasar por las ventanas de las aulas, adentro, estaba ella. 


De inmediato entré para confirmar su presencia y al pararme frente a ella, sonrió, se levantó para abrazarme  y me saludó como antes. Al separarnos noté que vestía toda de blanco y usaba la bata de laboratorio reglamentaria acorde a su carrera universitaria; salí del hechizo de su belleza y como si nada comenzamos a conversar. Seré honesto, no tengo recuerdo detallado de nuestra conversación, pero sí que se sentía muy real tanto que, dudaba que en verdad fuera un sueño; no obstante, ella comenzó a acercarse físicamente, buscando mis labios y mis piernas. No, no fue un sueño sexual tengo que decir, fue un sueño que confundió mis pensamientos pues nunca demostró atracción hacia mí, y el modo en que se acercó en aquella aula de mis sueños me hizo dudar que fueras ella. 


Sin embargo, sí lo era. Ella me habló de amor hacia mí y me quedé estupefacto. Mi yo del sueño sabía que teníamos pareja aparentemente nuestras viejas parejas de la universidad, y no seguí sus provocaciones. Lo entendió perfectamente y el sueño continuó su rumbo dentro de mi subconsciente. Al darme cuenta. ella ya había desaparecido y yo ya me había despertado. 

Recuerdo residual 

Los siguientes sueños solamente ella aparecía, pero al acercarme simplemente se esfumaba y terminaba despertando. ¿Qué podría significar eso? Yo deseaba hablarle aunque temía que volviera a confundirme, pero sin duda quería estar con ella. Al contrario, ella me repelía y algunas veces parecía que no tenía corazón al hacerlo. ¿Pero cómo esto es posible si tan solo era un simple recuerdo residual de mi mente, un simple sueño con ella?


Pasaron varios sueños, varias noches pensando en porqué su recuerdo huía de mi. Sus acciones del sueño anterior me hacían preguntarme. ¿En verdad me quiso más que un amigo? Siempre quise ser correspondido, pero nuestras situaciones fueron distintas; se alejó sin avisar y nuestra amistad simplemente se fue quedando en el olvido. No fue nuestra culpa, tal vez mía pero no en su totalidad, siempre pensé que jamás debí ser honesto con ella acerca de mis sentimientos. Pero el pasado jamás lo podré cambiar y no siento arrepentimiento de haberme confesado.


Esa noche soñé con una habitación muy parecida a una bodega algo olvidada. Me encontraba caminando por sus pasillos, curiosamente los estantes no eran tan altos pues mi cabeza los pasaba sin problema alguno. Al darme cuenta de lo anterior, pude verla en otra fila de estantes, solo que esta vez ella se acercó a mí. 


—Hola.— Me dijo con una pequeña sonrisa y lágrimas en sus ojos. 

—Hola.— No dije más. 

—Perdón por huir en los sueños anteriores, pero no soporté tu rechazo.— 

—Lamento haberlo hecho pero…—interrumpí—. ¿Sueños anteriores? ¿Esto es real? ¿Una especie de desprendimiento del alma?— Comencé a exaltarme. 

─Esto es real sólo si tú lo deseas. Es tu mente, son tus sueños y es tu decisión.─ Agregó tomándome de los hombros.

─Lamento haberte rechazado, yo… es que… Kim…─no sabía qué decir y ella lo sabía que solo sonrió y me tomó de las manos ─. Todo esto se siente muy real. ¡Tan real que no nuevamente me has fregado la vida!─ Dije finalmente. Su rostro se tornó triste, ¡maldición, no debí haberlo dicho! Soltó mis manos y limpió las lágrimas de su rostro.

─Lo lamento. ¡Lamento haberte fregado la vida!─ Gritó y se marchó corriendo entre los estantes de aquella bodega. Traté de seguirla pero simplemente desapareció.


Han pasado algunas semanas y siempre sale en mis sueños. Cuando trato de acercarme, simplemente desaparece sin rastro alguno.

Golpe de realidad

─Y aquí estoy ─le dije a la cliente mientras le servía un trago más─. Este va por mi cuenta.

─Vaya, vaya. Nunca había conocido a un hombre, digamos, ¿sensible?─ Agregó como dudando en su selección de adjetivo.

─¡JA! ─exclamé riéndome un poco─. Que va, solo son sueños. ¿No?

─He ahí tu respuesta, guapo.─ Me guiñó el ojo y bebió un sorbo de su trago.

─Sí, ¿pero acaso no has tenido algún sueño tan real que al despertar dudas de la misma realidad? Siento que desde que la soñé la primera vez por culpa de su perfume, su recuerdo revivió y no sé cómo volver a olvidarla.

─Tal vez nunca la olvidaste y ahora estás soñando con lo que siempre deseaste, ¿no querías que justamente correspondiera tus sentimientos?─ Preguntó de una manera bastante seria que me hizo realmente cuestionar todo, absolutamente todo. Tanto que ella lo notó y solo sonrió coquetamente.

─Yo… no…─comencé a tartamudear─. No sé qué decir.─ Finalmente agregué.

─No te juzgo, cariño ─me sonrió muy coqueta─. Solo, piénsalo y tal vez tengas tu respuesta.─ Abrió su bolsa y sacó unos cuantos billetes y los dejó sobre la barra.

─Vuelve pronto, gracias.─ Agregué automáticamente mientras ella dejaba su banco y solo volteó para sonreír una vez más. Tomé los billetes y vi que había una tarjeta con su nombre y su número telefónico.

─Supongo que debo arreglar mi mente si quiero una oportunidad con ella, ¿no?─ Me pregunté a mi mismo antes de caer nuevamente a la realidad y darme cuenta que el lugar ya se estaba vaciando.


Comencé mi rutina de cierre. Levanté vasos y copas de las mesas desocupadas, desperté a varios borrachos cuyos amigos los abandonaron, barrí un poco y finalmente me fui a casa. 


Arrivé a mi departamento y los sueños con ella seguían impregnados en mi mente. Don Mostacho me recibió gustoso mientras maullaba al restregarse en mis piernas. Faltaba un poco más de un par de horas para el amanecer. Aventé mi chamarra al sillón y caminé a la cocina, directo a la alacena donde guardo la comida enlatada para gato. Mostacho maulló de alegría, ronroneaba tan fuerte porque hoy cenaría temprano. Me tumbé en mi cama, encendí el televisor y lentamente caí profundamente dormido.


Nuevamente era mi yo de la universidad, aunque esta vez sí era el campus que yo recordaba, sin tanto edificio nuevo. Me encontraba sentado en una banca cerca de la jardinera donde perfectamente tenía vista de toda aquella persona que caminara ya sea de entrada o salida del campus. Era el lugar preferido por mis amigos y básicamente era nuestro punto de reunión. 


Sabía que era un sueño, los rostros de las personas que cruzaban frente a mi eran borrosos, no lograba descifrar ni uno así que me levanté y caminé hasta llegar frente al auditorio. Me detuve y lo observé con cierta nostalgia que llenó mis pulmones de un suspiro tan largo que solo sonreí y me di la vuelta para salir del campus.


─Hola.─ Me dijiste con cuidado.

─¡KIM! ¡Hola, oye, me asustaste!─ Dije todo exaltado mientras llevaba mi mano a mi pecho.

─¡Lo lamento, no sabía cómo acercarme! Tal vez debí anunciarme o gritarte de lejos.─ Dijo toda apenada. Reímos bastante por el divertido momento, y mientras lo hacíamos, la conversación con la chica del bar vino a mi mente… ¿Por qué estoy soñando con esto?

─Tal vez porque quieres decirme algo.─ Kim respondió a mi pregunta. Yo, confundido, no supe qué contestar.

─¿Acaso nunca quisiste que confesara mis verdaderos sentimientos hacia tí? Es lo que siempre soñaste, ¿no?─ Preguntó sin rodeos.

─Tal vez pero no hubo prueba alguna que tuvieras sentimientos más allá de ser amigos.─ Respondí de inmediato. ¡Eso era! Ese perfume, ese maldito perfume se quedó impregnado tan fuerte en mi memoria porque lo olí más de cerca el día que finalmente le dije lo que verdaderamente sentía por ella. Este sueño no solo era un sueño con ella, era el vívido recuerdo de aquella tarde que finalmente abrí mi corazón. Ese día le confesé el amor que quemaba dentro de mi ser, las ganas de besarla y de ser ese aquel que rondaba por su corazón. Dije muchas cursilerías realmente, era joven después de todo, ¿y su reacción? Me abrazó tan fuerte que pude sentir todo su cuerpo pegado al mío. Su perfume se impregnó en mi ropa (y mi mente por lo que veo), al separarse me dio un beso en la mejilla y solo agregó: 


─Daniel está celoso de ti. Odia que me hagas reír a pesar de que solo somos amigos.

─Pero quiero más. ¿Por qué lo escoges a él y no a mi? Te hago reír, te ayudo con tu tarea, ¡estoy ahí cada que Daniel te hace llorar! Y siempre regresas a sus brazos mientras yo termino de recoger tus pedazos.─ Mi voz temblaba, quería llorar pero no quería hacerlo frente a ella.

─Porque eso hacen los amigos, ¿no? Coquetean siempre y finalmente se quedan con el chico malo.─ Dijiste tontamente.

─¡Guau! Guau… guau, Kim ─dije sin creer lo que escuchaba─. Lo lamento pero no es amistad lo que busco.─ Me di la vuelta y contuve mis ganas de correr como niño hasta la salida.

Dura realidad

Desperté con una lágrima en mi mejilla. No sabía porqué tuve que recordar ese humillante rechazo con una falsa idea que yo solo me hice. Tan buenos amigos que éramos, riendo, haciendo estupideces, ayudándonos y estando allí para el uno y el otro. Mientras preparaba mi café del día y acomodaba la maleta para irme al gimnasio, no lograba sacarme de mi mente esa escena una y otra vez. 


Hice mi rutina de ejercicio en modo automático, pensando en cada detalle de ese sueño tan vívido. Regresé a mi casa, me di un baño y trabajé un poco en mis proyectos. Lo que sucedió después, jamás me lo habría esperado ni siquiera en mis más grandes anhelos. La mesa de mi escritorio vibró súbitamente ocasionando que diera un brinco de mi silla. “Número desconocido” leí, seguido de una LADA que no reconocí. —“¿Un banco quizá?” pensé.— No contesté, dejé que el móvil siguiera sonando hasta que entrara automáticamente el buzón de voz. Pero nuevamente sonó y sonó. Pensé en las posibilidades del autor de la llamada: ¿Familia en apuros, amigos que necesitan ayuda? ¿Extorsión?


Finalmente contesté.

—¿Diga?— Dije firme y seguro.

—Hola —me saludó una voz femenina—. ¿Cómo has estado?— Su voz, esa voz sonaba familiar. Quería negar la dueña de esa voz pero muy dentro de mí, lo supe.

—¿Eres tú, Kim? ¿En verdad eres tú?— Pregunté con una voz dudosa y temblorosa.

—¿Acaso ya me olvidaste? ¡Claro que soy yo! —dijo muy enérgica y alegre—. ¿Cómo has estado?

—Bien… supongo. ¿Y tú?— Regresé la pregunta automáticamente.

—También bien… bueno —titubeó—. Creo que podría estar mejor realmente. ¿Sabes? He estado pensando mucho últimamente en ti.— Agregó sin rodeos. 


Un frío escalofrío recorrió mi columna. ¿Estaba soñando? ¿Seguía soñando? Cerré los ojos un momento, hice fuerza con ellos. “¡Despierta, despierta!” —Pensé. ¿En verdad esto me estaba pasando?


—¿Estás ahí?—Finalmente Kim me sacó de ese tornado mental.

—Sí, aquí sigo —no sabía qué más responder hasta que finalmente salió de mi boca—. ¿Por qué ahora me llamas?

—No lo sé, no lo sé —dijo con cierta confusión y tristeza—. Tal vez he estado algo sola. Yo…

—¿Terminaste con el tonto de Daniel, verdad?— Interrumpí.

—¿Cómo lo supiste?— Preguntó con cierto tono infantil, tal como hacía hace años.

—Siempre lo haces. SIEMPRE usabas ese tono infantil conmigo y SIEMPRE me buscabas cuando tus novios te hacían llorar. ¡Guau! No sé porqué me sorprende, pero hace quince años que no me hablabas, ¡QUINCE! ¿Sabes cuánto tiempo son quince años?

—¿Por qué te comportas así? ¡¿Qué te hice para que me trates así?!— Comenzó a llorar.

—Lo lamento, Kim. Lamento haberme puesto unas alas que tú jamás me diste y enamorarme de ti. Pero después de que me rechazaste, he crecido, madurado y no pienso caer en el mismo hoy de hace QUINCE AÑOS.— Contesté de manera firme, sin titubear. Pareciera que durante todos estos años hubiera estado practicando la oración anterior; sin embargo, yo sé muy bien que salió tan natural junto con un sentimiento de paz interior, tal vez con una realización personal, no lo sé, solo sentí paz y tranquilidad.

—¿Aún no superas eso? ¡Guau y yo creí que habrías madurado! Te rechacé, ¿por qué no lo super…— Colgué. No tenía que escuchar más. 


Yo sé que maduré, sé que si terminaba jugando al juego de Kim, regresaría a aquel abismo. Sé que lo superé porque la sensación que me generó al decirle lo que le dije, fue algo que muy adentro necesitaba hacer. Tal vez sí me tomó quince años en cerrar el ciclo pero por fin pude dar vuelta a la página. Guardé mi celular, mis llaves y tomé mi mochila para ir al bar. Al llegar a mi trabajo, comencé la rutina habitual, limpiar mesas, acomodar la loza, preparar lo necesario para una noche más en aquel bar. 


En mi mente se mantuvo un poco más la situación de llamada, el sueño con Kim y el cómo sucedió todo. ¿Realmente mi mente estaba preparándome para este encuentro telefónico con un amor imposible o fue mera coincidencia por aquel avivamiento del recuerdo por haber olido su perfume aquella noche? El bar comenzó a llenarse y los clientes comenzaron a fluir. La clienta que sacó de mi esta historia aquella noche llegó con varias de sus amigas. Eventualmente una bebida de mi autoría llegaría a su mesa con un mensaje.


“Gracias.”


Comentarios

Podría interesarte