Anécdota del Bartender: Lamento me hayas conocido



 —Buenas noches, chico. ¿Me sirves algo?— Llegó un cliente a la barra. 

La noche ya estaba avanzada pero estaba lejos de terminar. Aunque se notaba que muchos ya se habían gastado su día de pago la semana anterior, aún había pobres almas que vinieron a seguirse ahogando en mi bar.


—Será un placer, señor. ¿Cuál es su veneno?— Dije esbozando una pequeña sonrisa.

—Dame una cerveza para empezar, por favor. Oscura, la más fría que tengas.

—Con gusto —contesté mientras agarraba el tarro y la acercaba al barril con la cerveza que pidió—. Es la primera vez que lo veo en este bar. ¿Es nuevo en la zona?

—Estoy de paso realmente. Vine a revivir viejos recuerdos del pasado. Por eso la cerveza, para poder tragármelos sin problema.

—Viejos recuerdos, aquí siempre viene la gente a desahogarlos —dije mientras señalaba con la mirada a los pobres diablos en el lugar y le acercaba su tarro—. ¿No querrá acaso desahogarse mejor en lugar de tragarse sus recuerdos?

—Que bien lees a la gente —tomó un trago del amargo néctar—. La verdad es que sí me gustaría desahogar una en específico de tantas.


Comenzó directamente sin darme tiempo para prepararme.



— Honestamente no sé cómo iniciar esto.— Dije finalmente después de mirarnos a los ojos.

— Déjame comenzar yo, entonces. No quiero una relación a distancia— Ella se levantó de la cama mientras cubría su desnudez con la sábana. Buscó rápidamente su ropa interior y me dio la espalda para poder vestirse. Mientras lo hacía admiré sus glúteos redondos y blancos, aunque uno de ellos tenía alguna marca de lo que posiblemente fue una mordida o bien, una nalgada. Yo seguía desnudo ante ella, sin cubrirme ni nada. Pero en cuanto ella vistió sus prendas, automáticamente busqué mi ropa y decidí vestirme por verguënza más que por solidaridad. 


Recuerdo que cuando recién comenzamos a tener sexo, ella no mostraba vergüenza alguna por mostrar su desnudez, en cambio yo, siempre procuraba mínimo vestir mis bóxers después del climax. Aunque esto último cambió con el tiempo, incluso dormíamos desnudos y listos para la ronda siguiente. Esto hizo darme cuenta que la conversación por venir era realmente seria como para vestirnos.


—Sabes que te quiero muchísimo y me interesa mucho que estés bien —comenzó—. Estos últimos meses, la relación no fue como esperaba y creo que ambos sabemos que no nos gustó estar tanto tiempo separados, ¿o me equivoco?

—Fue… —pensé con cuidado mis siguientes palabras—. Fue difícil y sobre todo complicado.

—Fue difícil aceptar lo que realmente estaba sucediendo entre tú y yo. Este tiempo separados me hizo recordar lo que yo busco y lo que tú no estás buscando. Creo que tardé bastante tiempo en darme cuenta que nuestros caminos tarde o temprano tenían que separarse pero… —tardó en seguir—. Pero quise dejarme fluir y no pensar en el final.

—Pero, ese fue el trato desde el inicio, ¿no? Dejarnos fluir y ¡míranos! Llevamos juntos un par de años y otro más viviendo juntos. El flujo nos ha llevado lejos y a algo bastante serio. 

— Lo siento pero no lo veo así.— Dijo de manera cortante. Se sentó en la cama e hizo una seña invitándome a hacer lo mismo. Y así lo hice.


Siempre me gustó ver su rostro. Esos ojos verdes y cabello pelirrojo eran su fuerte en su carita; al principio me intimidaba pues jamás creí que estaría con alguien así de bella, sensual, inteligente y sobre todo, con espíritu libre. Aunque ella no podía sostener que la viera por tanto tiempo, siempre se sonrojaba por esto. Pero ahorita la situación era diferente, y aunque no buscaba sonrojarla, mantuvimos siempre nuestra mirada.


—¿Entonces cómo lo viste? Fue un acuerdo todo lo que decidimos.— 

—Sí pero la verdad es que quise que dieras el primer paso en algunas ocasiones y no yo.—

—Lo siento, no comprendo.— Y no mentía.

—Yo fui la primera en dar un beso. ¿No sé cuánto tiempo habrías tardado tú en hacerlo? Yo fui la primera que te dijo “Te amo” y tú tardaste un poco más en decírmelo. Yo fui la que propuso irnos juntos a otra ciudad y yo fui quien buscó casa para poder mudarnos juntos. Y finalmente yo fui quien propuso que te regresaras a la otra ciudad en lo que encontrabas otro trabajo y así podías regresar conmigo. Siempre fui la primera en todo.


Tuve un flashback hacia el pasado con sus palabras. Ese primer beso que yo no esperaba en la playa aquella noche. Era como la tercera cita y ella no había mostrado ningún interés en mí, hasta que se acercó y me besó. Respondí ese beso lo mejor posible. El siguiente flashback es un poco más candente, pues cuando ella me dijo que me amaba, lo hizo mientras llegaba al orgasmo y se desvanecía sobre mi pecho cuando aún yo seguía con el vaivén de caderas. Luego me besó y le dije que también la amaba. También recordé cuando me dijo que tenía que regresar a su ciudad natal y propuso irme con ella; yo dije sí de inmediato sin pensarlo, dando inicio a una de las mejores aventuras de mi vida hasta ese momento. Pero cuando me tocó regresar a mi ciudad por el trabajo que ya tenía (adiós trabajo en casa), pensé en todas las posibilidades. No quería terminar y solo regresarme; tampoco quise renunciar y buscar trabajo allá, además que no era la mejor opción pues yo era el mayor proveedor de dinero de ambos. Tampoco quiso regresar a mi ciudad, y teniendo un trabajo donde estaba creciendo era obvio, además que muchas veces mencionó que odió mi ciudad. Finalmente, quedaba la opción que juntos decidimos tomar: relación a distancia mientras buscaba algún trabajo que me permitiera trabajar desde casa y así renunciar a mi trabajo de oficina para poder regresar con ella. Sí, ella siempre dio el primer paso a esta relación que solo fluía… 


—Pero me dejé fluir y ambos tomamos decisiones importantes.— Dije finalmente.

—Sí, pero eso no es todo— avanzó en el tema—. Yo quiero seriedad en todo esto. Quiero casarme y tristemente tú no quieres lo mismo y dudo que pueda hacer algo para cambiar lo que piensas. Además de que, comparado con otras parejas, no somos como ellos. Me da rabia ver que ellos demuestran su amor o que simplemente unas flores amarillas son el mejor detalle del mundo. Tal vez pienso de más las cosas, pero finalmente veo en dónde estamos tú y yo en esta relación. Soy bonita, inteligente, independiente, sé hacer dinero, sé divertirme, soy mágica, no tengo hijos, tengo estudios, no soy mala persona, tengo buenos sentimientos y sexualmente soy de lo mejor que le puede pasar a alguien. Y al parecer nada de lo anterior es suficiente para que alguien quiera tener detalles bobos hacia mi o solo casarse conmigo.— Me dolió todo lo que dijo.


Me levanté de la cama cuando terminó de hablar. Mi corazón estaba acelerado, ¿ira? No, bueno, tal vez un poco de enojo sumado a la decepción. Me sentí poca cosa pues al parecer nunca he hecho lo suficiente para ella. ¿Debí esforzarme más? Espera, ¿me estoy victimizando?


—Jamás he puesto en duda todo lo que eres. Es más, te lo digo otra vez: ERES todo lo que dices ser y más —nuevamente pensé en mis siguientes palabras—. Todo este tiempo creí que lo estuve haciendo bien. Que era una pareja suficiente y sí, acepto que erré algunas veces pero creí que lo que yo ofrecí no cumplió con tus expectativas.

—Lo lamento, jamás quise hacerte sentir menos o algo parecido.

—Al contrario, yo soy quien al parecer debe ofrecer una disculpa.— Agarré mis prendas restantes y las vestí. Me encontraba bastante triste y no me limité a demostrarlo.


Yo sabía, al menos presentía que esto sucedería. Algún día ella se cansaría de mi necedad al rehusarme firmar un tonto papel y organizar una fiesta y celebrar el contrato social. ¿Estoy mal por pensar así? 


—¿Ahora qué?— Dije con tranquilidad, aunque ya conocía su respuesta a mi pregunta.

—No lo sé.— Dijo de manera que se sacudía la pregunta sin darle importancia. Yo solo sonreí irónico y contuve un resoplido lleno de enojo.

—Sabía que responderías eso. Tal vez tú hayas sido la primera en muchas cosas pero jamás has sabido responderme esa y más preguntas. Y siempre he sabido respetar cuando no quieres responderme. Créeme, sé cuando no quieres hacerlo. Y realmente odié que nunca supieras nada, y yo ahí sí tomaba la iniciativa para decidir. Tal vez en los momentos importantes que tu mencionas no, pero sí lo hice en momentos de nuestra relación. —contuve mis pensamientos y suspiré—. Que ahora que lo veo, nunca cumplí con las expectativas que tenías en mí, ahora veo que me esforcé mucho pero no lo valió.

—Sí lo hizo solo que… —calló un momento—. Tienes razón, nunca hablamos de las expectativas en pareja o lo que yo buscaba en mi novio.

—Bueno, nunca lo hice desde el inicio. Una de las primeras conversaciones fue que querías a un hombre de 1.80 metros de altura, pelirrojo de preferencia porque querías, o quieres, hijos pelirrojos. Bueno, eres más alta que yo. Todo mal desde ahí.— Reí un poco la verdad y comencé a empacar mis cosas.


Mientras recogía un poco el desastre en aquella habitación de hotel, ambos nos mantuvimos en silencio. Ambos sabíamos que alguno de los dos tenía que pronunciar la oración que daría fin a esto. 


—Creo que sabemos lo que sigue, ¿para qué tardarnos, no?— Dije ya seriamente.

—¿Quieres terminar?— Dijo ella por fin.

—Es el paso siguiente. Hemos peleado más estos últimos meses estando a distancia y honestamente no quiero seguir peleando por cosas que pudieran ser insignificantes pero las convertimos en muy importantes. ¿Entonces ahora qué?— Pregunté nuevamente.

—Deberíamos terminar.— Finalmente respondió.


Seguimos hablando. Ambos nos veíamos como si nos hubieran quitado un gran peso de encima. Aliviados, tristes, decepcionados de terminar una relación que tenía potencial pero dejamos que nuestras ideas y creencias nos alejaran del camino que ambos compartimos. 


No hubo sexo de despedida, solo un beso tierno y húmedo por las lágrimas que brotaban de sus ojos verdes. Nos despedimos por última vez y entré al aeropuerto sabiendo que jamás la volvería ver.


—Lamento me hayas conocido.— Susurré a lado de la ventanilla del asiento 4F mientras las nubes pasaban lentamente a mi izquierda.


El señor dio su trago final al tarro con cerveza que había servido. Por sus mejillas corrían un par de lágrimas.


—¿En verdad lamenta que lo conociera?— Rompí el silencio.

—Un poco, sí —suspiró entrecortado—. ¿Sabes? Aún mantuvimos contacto por un tiempo más. No terminamos mal, la verdad es que ambos supimos lo que hicimos bien y lo que hicimos mal. Probablemente sabemos qué mejoraríamos y qué cambiaríamos de aquella relación. Incluso tuvimos un par de encuentros textuales y sexuales. 

—¿Vía texto? Espero que hayan sido buenos.— Bromeé un poco y rió conmigo.

—Sí, los fueron. Pero ambos tuvimos que avanzar nos doliera como nos doliera. Eventualmente intercambiamos textos, algo que nos hiciera recordar al otro o simplemente un “¿Cómo estás? aunque mintiéramos en el “Estoy bien”. ¿Entiendes?

—Sí, lo entiendo.— Y realmente lo entendía.

—Bueno, agradezco la cerveza, el tiempo y la atención para escuchar a este pobre diablo desahogarse.— Se levantó mientras de su cartera sacaba un billete para pagar su trago.

—Fue un placer.— Respondí amablemente.


Vi alejarse al señor hasta llegar a la puerta de salida. Entonces grité:

—¡OIGA! ¡AL MENOS YA SE LIBERÓ DE UNA DE TANTAS PENAS, ¿NO?!— El señor volteó y rió a carcajadas mientras cruzaba la puerta. “Bueno, un cliente más atendido y escuchado como se debe” pensé.


Comentarios

Podría interesarte