Viaje 4 | Patrullando voy

 


Solo he conducido un par de veces fuera de la Bahía. La primera vez fue hacia Guadalajara como relevo de la chófer oficial (quien al parecer tenía intoxicación por mariscos). Esta vez manejé desde la carretera pasando Compostela hasta el hotel, ya dentro de la ciudad, donde mis amigos y yo nos quedaríamos los dos días de la EGS. Buenos tiempos realmente. 

La segunda vez fue desde la Bahía hasta las afueras de Tepic, aunque me perdí junto a mi mamá pues no encontrábamos dicha pastelería que a ambos nos encanta. Aunque se podría decir que en esa carretera ya tenía la experiencia necesaria para sobrepasarla sin ningún problema y teniendo las debidas precauciones. Había ido a San Pancho, Sayulita, incluso hacia el sur al famoso jardín botánico. 

Cuando decidí irme en esta aventura, el viaje como decidí nombrarlo, sabía que tenía que llevarme el coche. No había fuerza que me hiciera decidir enviar mis cosas por mudanza, ¡no podía poner ahí mi frágil y recién armada computadora! Cuando le dije a mis padres que haría el viaje y sería por carretera creí que harían lo posible por impedir llevarme el carro, pero no. Aceptaron que me fuera por carretera aunque sí hicieron notoria la preocupación. No estaba de más, no conocía la carretera más allá de Tepic pero mi emoción me daba confianza. Eso último no sé si sea bueno o malo para tomarlo como futura referencia. 

En fin, el camino hacia el desconocido estado de Sinaloa fue fácil, demasiadas casetas de cuota y un par de ellas con tráfico que rompieron el buen tiempo que llevábamos. Lo difícil fue entrar a la ciudad actual... 

Tal vez suene muy quisquilloso, pero en las ciudades que he visitado tenían muy bien marcadas las líneas de los carriles. Hay señales que determinan el sentido de las calles: si va hacia un lado o para el otro, doble sentido, cosas de tránsito que me indicaran hacia dónde podía ir. Mi novia por ser originaria conoce muy bien el sentido de las calles, incluso al preguntarle que cómo es que la gente conoce sus calles. Su respuesta no me sorprendió pero aún así no la vi venir: Muchas personas han vivido toda una vida aquí. 

¡Claro que sí! Pero aún así, sus calles son complicadas. Unas son muy amplias que ni alcanzas a ver si hay una señal de ALTO para detenerte. Otras claramente tienen la estructura donde hubo un semáforo pero al parecer fue necesario quitarlo por alguna razón que no comprendo. 

La primera noche que llegamos, tenía miedo por donde iba. No identificaba mi carril, estaba muy oscuro (pocos postes de luz) y no sabía dar vuelta. ¿Hay carril para dar vuelta? ¿Doy vuelta con la luz verde o hay una luz verde con una flecha indicando si puedo dar vuelta? Muchas preguntas pero mi copiloto no conocía sus respuestas. Afortunadamente el haz lo que hacen ayudó un poco y ya entrado en confianza pudimos llegar al destino sin problema alguno. Claro, eso y su afán de estacionar sobre la banqueta. 

Hasta hace unos días, no existió la necesidad de manejar por la ciudad por mi cuenta. Realmente vivo en una zona bastante céntrica y prefiero caminar para llegar a esos lugares. Pero, en días pasados, tuve que manejar solo por la ciudad. Después de una búsqueda por empleo, mi novia consiguió uno muy prometedor. En su primer día fui a dejarla y tuve que regresar a casa por mi cuenta. Spoiler, no me perdí.

Ya llevo un par de días yendo y viniendo por mi cuenta. Básicamente ya me aprendí el camino de ida al trabajo de mi chica y de regreso a casa. Sé llegar a la casa de ambos papás de mi novia y tal vez sepa cómo llegar a la casa de mi cuñada. Tal vez, reitero. 

Pero sin duda de lo que aún no me acostumbro y me tomará tiempo hacerlo es que la gente aquí ha adoptado la famosa técnica transmitidas por los monjes tibetanos especializados en el manejo de vehículos particulares como públicos de Pásale como puedas.

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