Viaje 6 | Me amo....rdido un perro

 


Mi novia definitivo encontró un lugar tranquilo para vivir. Cuando me dijo que viviríamos cerca del estadio de beisbol, me preocupé por la cantidad de gente que pudiera haber en su momento, pero es el viejo estadio y actualmente se encuentra cerrado (abandonado parece). La zona es tranquila en general, tanto que mi primer pedido de Amazon, el repartidor se lo entregó a un desconocido y este no hizo por entregármelo. Esto generó en mí preataques de ansiedad y total falta de concentración al pedir cualquier cosa a domicilio. 

En general, puedo llegar a todos los lugares caminando o a menos de diez minutos en carro (aunque todavía me da desconfianza conducir aquí). El súper mercado está a dos manzanas, un Mini súper a otras dos en el sentido contrario. Un parque me queda sobra mi calle y otro más bonito a un par de calles. La famosa laguna artificial de la ciudad me queda a 20 minutos caminando, es buen ejercicio y más porque me gusta comer esquites con naranjitas. 

No he tenido problemas para caminar, se que no me confío y más porque voy jugando Pokémon Go siempre que salgo a caminar (ventajas de tener pokeparadas y gimnasios cerca de casa). Cuando voy hacia el parque bonito, caminaba por la calle donde se encuentra un café súper delicioso (otra cosa bonita de vivir donde vivo), siempre, pero SIEMPRE me encuentro con una perra callejera la cual me ladra a menos de un par de centímetros de distancia. Amo a los animales, pero les tengo respeto a perros de la calle y más si su boca y dientes están ladrando en mi trasero. Existe una frase: Tropieza con una piedra y no es tu culpa; tropieza dos veces con la misma piedra y considera cambiar de camino; tropieza tres veces con la misma piedra, es porque eres un pendejo. Algo así iba la frase según yo. Bueno, la primera vez me ladró por desconocer, la segunda porque no me acordaba y la tercera, ahí sí me fui por otra calle, pero estuve a nada de ser el pendejo de mi frase. Solo es una perra que seguro le falta amor, pero mi gata me asesinaría si la llevo a casa, además de que sí está algo grande la can. 

Siguiendo con mi historia, justo anoche, revisé que el frasco de una delicia que tanto le traía ganas desde siempre, mermelada de uva con mantequilla de cacahuate, se estaba terminando. Aproveché mi soledad y que mi novia trabajaría hasta tarde y mi suegra la traería a casa, para ir al Mini súper que mencioné a comprar dicha mermelada (justo ahí la habíamos comprado con anterioridad). Me até los tenis, me puse cubrebocas (porque pandemia), agarré mi bolsa ecológica (porque salven al planeta) por si se me cruza a algo más (por comprador impulsivo).

Ahí voy, salí de mi casa bien feliz, la noche fresca y yo, todo un adulto responsable de 30 años en busca de su crema de cacahuate con mermelada de uva, y tal vez unas galletas para la novia, de esas que tienen crema de cacahuate y son importadas del vecino del norte. Llegué al parque y no lo crucé porque esa perra no me ladrará una tercera vez. Di vuelta a la calle y justo llegué a la calle de la can, pero como estaba fuera de su límite no me ladró ni se preocupó por verme. VICTORÍA para mí. Pero sorpresa lo que venía justo frente a mí: un perro de apariencia raza Chihuahua comenzó ladrarme. Me asustó un poco porque nunca lo esperé pero seguí caminando ignorándolo. El pequeño ladrador, se escondió, rodeó un carro estacionado para seguir ladrándome de frente y terminar de lado contrario de donde inició. No me preocupó, que me ladre lo que me quiera ladrar. No fue suficiente para el pequeño salvaje, el cual espero a tenerme de frente y a un par de pasos de su peludo ser, esperó lo suficiente el maldito y saltó a mi pantorrilla para plantearme tremenda mordida, o el creyó que me mordió fuerte pues afortunadamente mi pantalón de mezclilla es holgado y solo sentí un pellizco de sus dientitos frontales. ¡Pero de que me sorprendió y me hizo enojar lo hizo! Hijo de su tiznada madre le dije y este cabrón se echó a correr a más no poder. 

Eventualmente llegué al minisuper, compré lo que tenía que comprar y al regresar definitivo tomé un camino distinto. Tienen razón, esos perros son del mal, yo cuidándome de verdaderos peligros potenciales cuando nadie se fija en esos pequeños y temblorosos ogros. Vaya, ¿habrá sido la bienvenida que me faltaba? Si leyeran las noticias que salen a diario, creo que prefiero que un chihuahua me pellizque a todo lo que, bueno, en general, sucede en estos momentos en México. 

Comentarios

Publicar un comentario

No dudes en dejar tu comentario :) Para mi es importante la retroalimentación.

Podría interesarte