Y al final, la muerte llegó: Último cigarro



—Hola.—Me dijo una dama vestida de blanco. Alcé mi vista para verla mejor. Era una dama con un velo blanco sedoso, no podía apreciar bien su rostro pero sus facciones eran cadavéricas, más de lo que me imaginé en mis momentos de tristeza. Su vestido era parecido al que una novia usaría el día de su boda, sólo que el suyo tenía algunos jalones y tirones a la altura de sus pies, sólo que ella no estaba caminando, sino flotando.
—Tardaste mucho la verdad.— Finalmente dije.
—Llegué en el momento que tenía que llegar, ni antes ni después.— Dijo con una voz profunda, sin sentimientos ni emociones. Terminé de fumar mi cigarro y lo apagué en mi suela, una marca barata y que realmente me daba asco, pero jamás había fumado en mi perra vida y sabía que este momento llegaría, querría probar un maldito tabaco, ese taco de cáncer que todo el mundo prueba y sentir la toxicidad en mis pulmones. Realmente asqueroso, mi primer y último cigarro en vida.
—Bueno, te sigo, huesuda.— Me acomodé la chaqueta, me limpié un poco la tierra y cenizas de mi pantalón, y me levanté. No era muy alta, o al menos no flotaba muy alto. Extendió su flaca mano y detrás de ese velo se formó una especie de mueca, ¿una sonrisa, tal vez? No me importaba, tomé su mano y me guió por la espesura del bosque; oscuridad era lo único que veía...


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