El laberinto

“Dragones de Runa’n


Los dragones existieron hace mucho en las tierras de Runa’n. Unos preguntarán porqué sólo en las tierras frías de Runa’n. Según los estudiosos y sus teorías, el frío y las enormes montañas de la región facilitaban la vida de los dragones, (...) se dice que existen diferentes especies en el mundo, pero las que habitan Runa’n son los dragones de fuego y hielo, han sido avistados dragones de agua en las tierras más cálidas al sur. (...) Los dragones han estado extintos desde hace más de un milenio. A pesar de esta afirmación, se construyeron monumentos a su existencia, pues como todo en la vida, hubieron dragones benévolos y dragones que su único fin era el de destruir. El monumento más memorable es el del laberinto de los sacerdotes dragón. Éstos, adoraban a los dragones y se convirtieron en sus fieles sirvientes. El laberinto sirvió para ocultar a los últimos dragones, pues la caza por su piel y huesos fue aún mayor cuando los dragones malévolos intentaron destruir a la humanidad. (...) Cuenta la leyenda que los sacerdotes poseían un arma mágica tan poderosa el cual le perteneció al primer archimago de la escuela de magia: El báculo dragón, fabricada con auténtico hueso de dragón capaz de domar a cualquier criatura.”


Fragmentos del libro ¿Existieron realmente los dragones? de Dracov



–Perfecto, ahora necesito encontrar dicho báculo antes de que el dragón nos encuentre.– Le dije a Valk con mucha tranquilidad.
–¡¿Encuentre?! ¡Jace, un dragón! ¡Hay un dragón en éste maldito laberinto!
–Oye, tú querías acompañarme así que no te quejes por encontrarnos a un maldito dragón en este condenado laberinto. –Saqué mi arco y preparé una flecha. El calor del dragón se podía sentir muy cerca y Valk no podía tranquilizarse.
–¿Qué es lo que haremos? ¿Crees que una flecha podrá hacerle daño?– el miedo en sus palabras empezaron a contagiarse en mi.
–Valk, si no te tranquilizas, te voy a pegar tan fuerte que me lo agradecerás, algún día.– traté de animar el ambiente, pero él tenía un punto. ¿Cómo saldríamos de esta? Mi primera aventura sin pertenecer a algún lado, literal, tenía horas de haberme salido del grupo, sólo que Valk decidió acompañarme pues él tenía un misión en un pueblo aledaño al laberinto. Y, aquí estamos, esperando a ser vaporizados por un dragón; al menos que encontremos el báculo dragón.

El laberinto estaba formado por varias partes; la entrada era lo más grande, una puerta en medio de la montaña, con un recibidor y arcos con figuras dracónicas. Cruzando la puerta, empezaba lo interesante, un sólo camino sin fin aparentemente, interminable si eras de pocos instintos pero peligroso si llegabas directamente a la guarida del último dragón que Runa’n hubiera visto.

–Vamos Valk, tenemos que movernos.– lo jalé a pesar de su tamaño, jamás había visto a Valk tan temeroso, ni siquiera en la pelea contra los cazadores de hombres lobo de hace un par de meses.
–Está bien, vayamos con cuidado. Mi corazón no resistirá otro encuentro con el dragón.– finalmente dijo con la última pizca de valor que encontró.

Nos empezamos a mover cuidadosamente, paso por paso. Valk tenía su mano en el mango de su espada, sin desenfundar, temblaba de repente; yo tenía listo mi arco, por si acaso. Intentamos regresar por donde creímos que era el camino original, sin duda volvimos a entrar a la guarida del dragón.

El dragón no se estaba, pero el calor que su cuerpo provoca mantenía sofocante la sala. Curiosamente no tenía mal olor, por lo mismo de la sofocación supongo, había huesos tanto de animales como huesos humanos. Era lo suficiente amplio como para que una decena de dragones adultos cupieran sin ningún problema. En el techo, había una especie de tragaluz, no muy potente pero lo suficiente para iluminar de manera natural la cámara. Había muchos túneles en los extremos, esto significaba muchos pasillos para encontrar la salida o el dragón.

–Fíjate por dónde caminas.– Le dije a Valk. Los huesos eran demasiados
–Eso hago, Jace.– Caminaba de puntillas, tratando de no pisar los restos y así, revelar nuestra posición. Hice una seña con la mano, definitivo, algo no estaba bien. El calor empezó a aumentar cada vez poco más.
–Valk, corre.– Dije y apunté mi arco hacia el techo.
–¿De qué hablas? –Valk se detuvo con cuidado y volteó hacia el techo–. ¡Oh por dios, Jace! ¡Corre!– El dragón rugió ferozmente que no pudimos movernos, de su garganta se podía ver una flama viva esperando a ser alborotada. Sus colmillos tenían el tamaño del doble de un mandoble, dispuestos a romper cualquier cosa en miles de pedazos. Por la posición con la que nos veía, cualquier movimiento en falso podría ser nuestro último antes de lanzarse por nosotros.
–¿Valk? ¿Sigues conmigo?
–Hasta el final, mi amigo.– Valk desenfundó lentamente su espada.
–Bien, lentamente hasta cualquiera de los túneles.– Y así fue, paso a paso, viendo de frente al dragón para poder tratar de anticiparlo, aunque realmente sentía mucho miedo a que él se anticipara a notrosos. Paso a paso, pasos pequeños fuimos, en uno de esos pasos, pisé un cráneo y el sonido llenó la sala. El dragón volvió a rugir y su llama nuevamente se asomaba por su garganta. Lo peor sucedió.
–¡CORRAMOS CARAJO!– Gritó Valk quién ya me llevaba media carrera. El dragón posó sus ojos sobre él y se abalanzó directamente. Disparé mi flecha y por suerte (o puntería) rasguñé su ojo y desvié su atención. En lo que el dragón cambiaba de dirección, corrí hacia Valk, lo sujeté para tranquilizarlo y lo pegué a la pared.
–¡Valk, necesito que te tranquilices! –Observé los demás túneles y lo jalé al más iluminado–. ¡Valk! ¡Vete y espérame a las afueras!– Apenas lo empujé cuando el dragón abrió su hocico y exhaló su llama.
–¡JACE! ¡NO!– Escuché que Valk gritó. Alcancé a cubrirme con mi capa, aunque la capa negra sea mágica, realmente me estaba quemando.
–¡VETE VALK! ¡HAZ LO QUE TE DIJE!– Grité y empecé a moverme. El dragón detuvo su fuego y fue directo por mi. Ni tiempo me dio de armarme y ya estaba capturado en las garras del dragón, el cual voló por el tragaluz.
Ríos de túneles y más túneles. El dragón no me soltó hasta llegar lo que parecía una tumba. Me soltó y caí de una gran altura. Por fortuna mi naturaleza me ayudó a aguantar el golpe. El dragón se colocó en un losa enorme, me observó en todo momento incluso me permitió preparar mi siguiente flecha.

–No pienso comerte. No después de haber aguantado mi flama. ¿Eres acaso un Señor Capa Negra?– Una voz sonaba en mi cabeza.
–¿En serio puedes hablar? No sabía que los dragones hablaran.– dije
–Somos criaturas milenarias, tenemos nuestro propio lenguaje, somos inteligentes aunque a veces nos dejemos llevar por el instinto.
–Interesante.– agregué algo incrédulo.
–Responde, ¿acaso eres un Capa Negra?– preguntó con un tono muy intimidante.
–¿Si lo soy, habría algún problema?– pregunté con cierto nervio.
–Dependerá. ¿Eres un traidor a tu color?
–Poseo una capa, pero no fui entrenado como parte de la hermandad, dragón.
–Dracovis, los dragones tenemos nombres también. –Agregó algo molesto por haberle llamado dragón–. El último capa negra que vino, trató de robarse el báculo dragón, si lo ves lo podrás reconocer porque quemé su brazo izquierdo lo suficiente como para dejarle marca de por vida. El era un traidor. Lo vi en sus ojos y en su cinturón.
–¿Cinturón? ¿Era piel de reptil?– Realmente tenía miedo por mi humor estúpido en el momento equivocado. Irónicamente, los dragones tienen sentido del humor. Dravovis rió como nunca, su risa era tan resonante que se sintió en toda la tumba. Se recuperó del mal chiste y agregó.
–Un arma tan poderosa que podría matar hasta los mismos dioses. Forjada por los Draids en la era oscura, hace muchos milenios. Como bien sabes, la magia no es efectiva contra mi raza, pero la magia de la espada es lo suficiente poderosa para perforar nuestras escamas. –Al decirlo, volteó a su hombro izquierdo y claramente tenía una cicatriz, notable, eso me daba a entender que la herida fue hace poco.– ¿Acaso estás juntado las armas de los Draids?
–Sí, ya poseo dos piezas de diez. Aunque si lo que dices acerca de la espada antimágica es verdad, tendré que enfrentarme contra dicho traidor muy pronto.– Un poco de ansias me delató.
–¿Con qué finalidad Capa Negra?
–Jace, me llamo Jace, y la finalidad de juntar las armas de los Draids es para resguardarlas y protegerlas de gente con ideas erróneas sobre el uso de ellas.
–¿Destruir el mundo?
–Dominarlo, que básicamente lo llevaría a su destrucción.– Empecé a observar mejor la tumba, estaba vacía, solo un pedestal con el báculo del dragón.
–Puedes llevarte el báculo, Jace. Sólo, si eres digno de tomarlo.– Agregó minuciosamente.
–Creo que tú lo tienes, Dracovis.– Ni me acerqué al pedestal, sólo me volteé hacia él.
–¿Por qué lo crees así, Jace?
–Porque el ladrón intentó llevársela. Mi instinto dice que para haberse enfrentado contra ti, ha de tener una increíble habilidad para el sigilo. Ese báculo es una trampa, mi conclusión es que tú la posees.

Dracovis asintió su gran cabeza y con su pata quitó una escama de su cola, justo la última y extendió su pata hacia mi. Tenía sentido, para controlar hasta los dragones, tendría que poseer algo de un dragón. La tomé en silencio asintiendo sólamente.
–Tienes una gran responsabilidad, Jace.– Advirtió.
–Lo sé. ¿Cómo salgo de aquí?
–Por donde viniste. Abrió sus alas enormes y salió volando. El aire al despegar hizo que el ambiente se sintiera como un despertar de una ilusión. En un abrir y cerrar de ojos estaba de vuelta a donde encontramos a Dracovis en un principio, pero ahora sólo existía un túnel. Lo seguí y llegué a la entrada. Valk me esperaba, temblando de frío pero me esperaba. Me vio, notó el báculo y sólo se abstuvo a sonreír.

–Mi aventura sigue Valk. Llegó el momento de separarnos. Valk se acercó y me dio un abrazo y susurró en mi oído.
–Vive bien, amigo mío.
Caminamos juntos al sendero y después de una larga mirada, nos despedimos y tomamos rumbos diferentes.

Cave Dragon by RobertCrescenzio
Alam
-Lo complejo de lo simple

Comentarios

Podría interesarte