Te amo

“–¿Crees en el amor a primera vista? Yo antes no lo hacía; sin embargo, ahora lo creo más que la existencia propia.

Me encontraba en un café-bar en el centro de mi ciudad. Estaba sentado en una mesa para dos personas bebiendo un delicioso vino tinto, justo en la mesa de a lado. Apenas había llegado la botella, cuando entre todo el murmullo del lugar, tu risa fue la que más destacó; nada escandalosa, era un risa entre tímida pero lo suficiente sincera para que no sonar mal. Tenías mi atención. Lo primero que observé, fue su sonrisa. ¡Por dios! ¡Qué bella sonrisa! Tan sincera, tan llena de alegría, una sonrisa que en ese momento me dio paz y cuando abrió esos labios tan lindos, me dejó hipnotizado su voz. Empecé a beber mi vino, admirando cada parte de ti. Ese día llevabas un peinado muy coqueto, tu cabello negro dejaba entre ver uno que otro destello plateado, nada de qué avergonzarse. Para sostener tu hermoso cabello, usaste una diadema con un bello moño… Divina, súper jovial, me enamoré.

Llamé a la mesera y le pedí que si llegaras a pedir otra ronda, te la mandara por cuenta mía. Y así fue cuando volteaste a verme, tomaste tu taza de café y me agradeciste con un lindo gesto y un muy coqueto guiño. Seguiste con leyendo tu libro, no alcancé a ver el título pero supuse que era lo suficiente interesante para que hayas volteado a sonreirme justo cuando terminaste tu café. Con la mirada, pregunté si gustabas otro, sonreíste y negaste con la cabeza. Volviste a sonreír y te perdiste entre letras y papel.

Cambié de silla, espalda a espalda, creo que lo notaste porque sentí que volteaste pero no encontraste mi mirada. Di vuelta a la taza de mi café, empecé a jugar un poco con la cuchara y finalmente agarré valor.
–Hola.– dije. Sentí un mundo de emociones en mi estómago. Cerré los ojos por la idiotez que estaba realizando.
–Ho... –suspiraste–. Hola.– Mi alma regresó y seguí.
–¿Te gustó el postre que te mandé?– apreté los puños.
–Me encantó. –seguías nerviosa–. Se convirtió en mi nuevo favorito. Muchas gracias, fue la dulzura perfecta para el día.
–De nada, es mi postre favorito y quería compartir algo simplemente.– En ese momento mi corazón se detuvo por instante. Tu mano, suavemente tocó mi hombro y la inercia me hizo voltear a verte. Me sonrojé, era un tomate humano, ambos éramos los tomates humanos más rojos del planeta.

Te sentaste en el lugar donde suele estar siempre vacío. Yo me emocioné y casi tiro la limonada que tenía sobre la mesa.
–Adelante, adelante.
–Vanessa, me llamo Vanessa.– estabas sonrojada nuevamente. Te acomodaste el fleco que tapaba tus hermosos ojos café oscuro. Empecé a sentir calor por la sonrojez, traté de calmarme pero esta vez derramé más limonada. Reíste un poco y me ayudaste a limpiar. Nuestras manos se tocaron y nuestras miradas se cruzaron.
–Ángel, mi nombre es Ángel. Es un placer conocer por fin tu nombre.
–El placer es mío –reíste un poco y desviaste la mirada–. Después de ese pastel de cumpleaños que le pediste al chef que hiciera, lo mínimo que podía hacer era esto: agradecerte de frente. Fue un muy lindo detalle, muchas gracias. En verdad eres un Ángel.– Me sonrojé más y sólo asentí y comenzamos a platicar acerca del uno y del otro.

–¿Cómo te fue en la universidad?– pregunté. Enseñabas literatura en la universidad local.
–Me fue bastante bien. Mis alumnos mostraron bastante interés en leer el libro que me recomendaste. ¿Tienes algún otro?
–No, por el momento, no soy mucho de leer, pero sin duda ese libro lo he leído muchísimas veces. Es mi favorito.
–¡Qué lástima! Ni qué hacer –reíste–. Mejor háblame más de tu día.
–Leeré otro libro sólo por ti –agregué–. ¿Mi día? Ha estado tranquilo. Desperté, me levanté, desayuné, leí mi libro favorito y cuando vi la hora vine a comer algo aquí.
–¿Qué estás bebiendo? Tú me has consentido demasiado.

Seguimos platicando, pero sin duda, ocultabas algo. Quería preguntarte, saber lo que no me querías decir en ese momento. Me miraste y suspiraste. Me leíste el pensamiento sin duda.
–Lo siento Ángel.– Una lágrima comenzó a rodar por tu mejilla. Rodó hasta detenerse en la arruga de tu boca.
–¿Qué es lo que sientes Vanessa? Recuerda que puedes confiar en mi.– agregué. Realmente quería saber porqué esos ojos café oscuros estaban tan cansados.
–Me siento, sola de repente. Creo que es momento de seguir adelante, ¿no lo crees? ¿Has pensado en el futuro?
–Procuro no pensar mucho sobre el futuro Vanessa.– escribí mis últimas palabras en mi cuaderno.
–Detente por favor. No escribas más.– reaccionaste.
–Entiendo. Sé a dónde quieres llegar.– cerré el cuaderno y te miré a los ojos.
–Lo siento, pero pensé que podría soportar esta relación. Es difícil despertar y venir a este lugar pensando en si estarás aquí o no.– más lágrimas comenzaron a salir.
–¿Quieres terminar?– pregunté sin rodeos. Guardaste silencio, me miraste fijamente y te levantó.
–Te amo Ángel.– Dio media vuelta y te fuiste llorando.

Ahora que lees esto, solo resta decirte que quemé lo demás que escribí. Te mandé los momentos que más amé, incluyendo nuestro rompimiento, pues todos los días leí esta historia, nuestra historia y me enamoraba de ti. Durante 20 años creí que el amor a primera vista existía.

Te amo.”



Una mujer se encontraba sentada en la mesa de un café-bar. Bebía té mientras leía lo que parecía una carta. Bebía y lloraba un poco. Sus arrugas se remarcaban más cada que sollozaba un poco; su melena blanca le cubría parte de su rostro, así no la veían llorar. Sin embargo, un señor se levantó y le ofreció un pañuelo.

–Toma, los ángeles no deben llorar. Sonríe un poco. –La mujer volteó y lo vio. No pudo contener las lágrimas y lo abrazó–. Si gustas, puedes sentarte conmigo, así no estarás sola.
–Gracias. –contestó la mujer. Guardó sus lágrimas y suspiró–. Me llamo Vanessa.
–Hola Vanessa, me llamo Ángel. Es un placer volver a enamorarme de ti un día más.


+Love at First Sight+ by larienne


Alam
-Lo complejo de lo simple

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